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punto de observación
Columna
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Las poco novedosas medidas de Elon Musk: desarrolla las ideas de Joshua Haldeman, su abuelo

El antepasado del magnate fue uno de los líderes del movimiento a favor de la tecnocracia política

Medidas Elon Musk
Soledad Gallego-Díaz

Kanato es una palabra que describe una entidad política gobernada por un kan, un jefe de origen turco-mongol. De la misma manera, la palabra “tecnocanato” describió en los años treinta del siglo pasado en Estados Unidos un posible país gobernado por técnicos o tecnócratas. La historia viene a cuento porque algunos analistas creen que Elon Musk no representa nada nuevo, sino que incorpora al siglo XXI un movimiento que ya existió entre la Gran Depresión de 1930 y la exitosa llegada del new deal de Franklin D. Roosevelt. Elon Musk, que se presenta a sí mismo como un futurista, obsesionado con Marte y la tecnología del algoritmo, sería, según esos analistas, el digno sucesor de su abuelo, un tal Joshua Haldeman, uno de los líderes del movimiento a favor de la tecnocracia política que tuvo un cierto esplendor en esos años tan inestables de la historia estadounidense.

El movimiento tecnócrata y su relación con el ansiado y añorado “sueño americano” fue estudiado sobre todo en un libro publicado hace ya muchos años por un profesor de la Universidad de Berkeley llamado William E. Akin. El libro ha sido objeto últimamente de algunas relecturas y críticas, pero especialmente por la catedrática de Historia Americana de la Universidad de Harvard Jill Lepore, responsable de un curioso podcast de la BBC titulado X Man: The Elon Musk Origin Story (el hombre X: la historia de los orígenes de Elon Musk).

Akin recuerda en su libro que la tecnocracia tuvo un breve pero brillante momento de gloria defendiendo que la fabricación y distribución de productos era un problema técnico que debía tener soluciones técnicas. Para cada problema de la vida social existía también siempre una respuesta técnica adecuada. Por muy breve periodo de tiempo, esa tecnocracia ocupó más primeras páginas de los periódicos estadounidenses que el socialismo, el comunismo o el fascismo. “Por un momento, fue posible que gente sensata creyera que América elegiría conscientemente convertirse en una tecnocracia”, escribió. Entre noviembre de 1932 y marzo de 1933, The New York Times, por ejemplo, publicó 100 artículos sobre ese movimiento, explica, por su parte, Lepore.

La catedrática de Historia Americana se asombra de lo poco novedosas que resultan las propuestas de Elon Musk y su DOGE (Departamento de Eficiencia Gubernamental) si se comparan con las de su abuelo (que fue quien emigró a Sudáfrica, donde nació Elon Musk). Los tecnócratas de la época pensaban que se podía reemplazar a la totalidad de los funcionarios y representantes políticos electos por ingenieros y tecnólogos, hasta crear esa especie de tecnocanato, donde fuera posible que todo funcionara y la prosperidad inundara todos los rincones del país. Algunos de los tecnócratas de aquellos años treinta también pensaron que sería buena idea incorporar a México y Canadá como nuevos Estados de la Unión (se conoce que Groenlandia todavía era poco conocida).

El trabajo de Lepore incluye fantásticas anécdotas. En el tecnocanato ideado por Haldeman, los individuos no tendrían nombres, sino números. Uno podía llamarse, por ejemplo, 1x1809x56. Elon Musk está tan influido por lo que le contaron o averiguó de su abuelo ­Joshua que uno de sus propios hijos se llama, en teoría, X Æ A-12 (a saber cómo le llaman su madre o sus profesores). Los tecnócratas de los años treinta creían que la democracia era un sistema político fracasado y no parece tampoco que Elon Musk le tenga especial aprecio (recuérdese su saludo nazi, brazo en alto).

Aquel movimiento tecnocrático acabó desapareciendo, sobre todo porque llegó al poder el demócrata liberal F. D. Roosevelt, que en poco tiempo puso en marcha el new deal, capaz de insuflar esperanza a las clases más afectadas por la Gran Depresión. Roosevelt y su secretaria (ministra) de Trabajo, Frances Perkins, pusieron en marcha una nueva legislación laboral, con un salario mínimo, ayudas a parados y a agricultores agobiados por hipotecas y préstamos, así como nuevas regulaciones fiscales y financieras. Es decir, pura política.

Es conocido que el presidente Roosevelt firmó en los primeros días 99 órdenes ejecutivas, una marca que Donald Trump, que parece obsesionado con destruir todo lo que simbolizó aquella presidencia, se ha empeñado en romper no solo con nuevas propuestas, sino simplemente anulando órdenes anteriores a su llegada a la Casa Blanca.

Otra anécdota que cuenta la profesora Lepore: al abuelo Haldeman, que nació en Minnesota, Estados Unidos, pero creció en Canadá, donde se metió en política, le fue denegado en una ocasión el acceso a Estados Unidos por tratarse de “un extranjero que podía perjudicar la seguridad pública”.


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