La ciudad española que pudo tener la Torre Eiffel, pero prefirió dársela a París por ser fea y cara

París se acabó llevando una de las maravillas del mundo actuales

Héctor Farrés / CC0

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La Torre Eiffel pudo haber sido el gran salto de una ciudad que ya empezaba a mirar lejos. Un trampolín de hierro que habría reescrito su silueta y tal vez su historia. Pero no, Barcelona decidió que aquel amasijo de vigas no era para ella.

La capital calatana entendió que su futuro no necesitaba una torre de 300 metros. Y así, lo que pudo ser, se quedó en eso: en una anécdota y un posible gran arrepentimiento.

Un sí que empezó a sonar a no

Gustave Eiffel, el ingeniero francés que acabó firmando uno de los monumentos más famosos del planeta, no pensó primero en París. Antes de que la capital francesa se quedara con su obra más reconocida, tanteó otras opciones.

Una de ellas fue Barcelona, que en 1886 preparaba la Exposición Universal de 1888 y buscaba construcciones llamativas que adornaran la ciudad para la ocasión. Eiffel puso sobre la mesa su torre, desmontable, de hierro y con una altura nunca vista por allí. El Ayuntamiento la rechazó.

Lo curioso es que no fue un no rotundo desde el principio. El proyecto se llegó a estudiar, pero fue perdiendo fuerza a medida que avanzaban los debates. Incluso llegó a valorar su instalación como una estructura temporal, pensada solo para la duración del evento.

Pero al final pesaron más las dudas: era demasiado alta, demasiado distinta y, para algunos, agresiva en un entorno urbano que empezaba a apostar por formas más suaves y armónicas. También hubo quien señaló el coste como un obstáculo difícil de asumir, aunque no fue el argumento más repetido. Su silueta, tan alejada del estilo que empezaba a definir a la ciudad, terminó por inclinar la balanza en contra.

En paralelo a esta negativa, se decidió levantar otra estructura para dar la bienvenida a la exposición: el Arco del Triunfo. En la Ciutadella, justo al lado, fue el lugar que, según diversas fuentes, se barajó para ubicar la Torre Eiffel. Ahí podría haberse alzado, dominando el perfil de la ciudad. En su lugar, se eligió una construcción más acorde con los gustos y planes del momento.

La prudencia como plan urbanístico

No era la primera vez que una ciudad rechazaba un proyecto que luego acabó triunfando en otro lugar. Pero este caso llama la atención porque la Torre Eiffel fue concebida desde el principio como una estructura provisional.

Eso desarma parte del argumento que esgrimieron desde Barcelona. Si lo radical del diseño solo iba a durar unos meses, ¿por qué negarse? Algunos historiadores apuntan a un exceso de prudencia o a una visión demasiado conservadora de lo que debía ser una ciudad moderna.

El resultado fue que París se llevó la torre. Y con ella, una de las fotos más repetida del siglo XX. Mientras tanto, Barcelona siguió su propio camino. No tuvo una torre metálica de cientos de metros, pero se quedó con una colección de edificios que la definen de otra manera: la Sagrada Família, la Casa Batlló, la Pedrera. Monumentos de piedra, color y curvas que hablan otro idioma, más acorde con su estilo.

El 31 de marzo se conmemora la inauguración de la Torre Eiffel en 1889. Un buen día para recordar que, de haber sido un poco más lanzada, Barcelona podría haberse quedado con ella. Pero también para asumir que, aunque la historia fue distinta, no salió mal parada.

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