La 'working class' de Mapi Quintana y Rubén Bada, un proyecto que reivindica el sentir y el ser de toda una generación

El sábado 15 de marzo la expectación era desbordante por saber qué pasaría dentro del Pozu Santa Bárbara, uno de los más míticos de Asturies. Bajo el título Working Class, el espectáculo diseñado por Mapi Quintana y Rubén Bada, ya había despertado curiosidad en la venta de entradas: en cuatro minutos ya estaba todo el papel vendido. Las reclamaciones de la música acerca de ir vestidos con ropa de trabajo y de llevar coses que faigan ruíu ya hacía arder en ascuas. A las 7 de la tarde sonaba una vez más el turullu para dar relevo, pero no un relevo de mineros entrando y saliendo. Este pozo, el mítico de la canción, fue clausurado en 1995 y el primero en la región en ser declarado Bien de Interés Cultural. El relevo que entraba ahora era el de los trabajadores de la cultura. Y traían un discurso bien potente.
Surge la idea de este espectáculo por la inercia de otros proyectos. O mejor dicho de un proyecto muy concreto, y es el que lidera Enar Areces con Puru Remangu. Una de sus camisetas, la de Asturies Working Class, es el germen, aunque Mapi lo identifica más allá de la minería o de la propia región, por eso que en su caso se quedara simplemente en clase obrera. El caso es que este ADN “te conecta donde sea. Es esa idea de sentirte orgullosa de haber crecido en la cultura de la clase trabajadora. Ése es el móvil”.
Algo empezaba a bullir en su cabeza y afirma que “pintaron la ocasión calva cuando nos ofrecieron hacer un cantar para el Nuevu Canciu Astur por la Selmana de les Lletres del año pasado. Y por una razón fría de perres, pensó ”esto voy a hacerlo yo sola, pero a la mínima que pueda… y ¡pumba!“. Ese pumba es que enganchó a Rubén Bada, que iba sentado a su lado en uno de los viajes de la gira con Rodrigo Cuevas (ambos forman parte de su banda). Confiesa Quintana que tampoco es que pensara en nadie más: conoce a Rubén, el trabajo que desarrolla en L-R, además de interesarle su manera de pensar la música, y por supuesto, técnicamente.
Esta Working Class tiene un hilo conductor, una serie de canciones relacionadas con la minería que forman parte de la banda sonora vital de la cantante lenense. Es la que suena en los juegos de infancia en las colominas con los guajes por la calle, los mineros del entorno de los que forma parte su padre. Esa banda sonora gravita en este ambiente y así fue escogiendo los temas de los que Rubén se encargó de los arreglos. El tercero en incorporarse en este trío es el batería argentino Marcos Baggiani, compañero de Mapi en su formación en Ámsterdam, con el “todo fluye”.
Working Class es la historia de las historias de la reivindicación, de la clase obrera, de la lucha obrera, de la dignidad, del esfuerzo en el trabajo, de una manera de hablar y de sentir… “La mayor parte de la gente piensa que llegas y cobras por dar un concierto. No ve todo el trabajo que hay detrás, muchos años de estudio, de preparación, de hacer pequeños estudios… Ese bagaje que tienes detrás te permite sentarte con dos personas y ponerte a tocar y que tú seas capaz de entender lo que esa persona quiere que tú expreses. No es algo fortuito”. Es la reivindicación del papel del músico trabajador por parte de Rubén, del camino que hay que recorrer para atesorar ese conocimiento que “en otros ámbitos se consideraría pecado no pasar por ese trabajo previo”.
Bada tiene claro que “hay muchas formas de llegar”, pero de lo que se trata es de conmover “y se puede hacer de una forma muy intelectual y controlando muchísimo o… En este caso en concreto reivindico al músico trabajador que lleva muchos años”. Pues eso, el trabajo acumulativo de recopilar recursos y maneras de expresarse que permita conectar una vez que la música resuena en el interior.

Son muchos bolos a sus espaldas, improvisaciones, tocar con gente y reaccionar a lo que hace esa gente, cada uno con su lenguaje, que es lo que hace que pasen cosas interesantes, explica. Es lo que, bromea Rubén, debe permitir que Baggiani vea la música “como si estuviera en Matrix”. Y ese es el diálogo que permite que pasen cosas maravillosas con en el Pozu Santa Bárbara por el que “cosas preparadas no se hicieron y otras que no se consideraron y pasaron en el concierto porque en ese momento era la conversación que estábamos teniendo”, explica el guitarrista. Porque “en este ahora de 2025 somos estos músicos, tocamos de esta manera. Tenemos este discurso que decir. El año que viene igual tocamos este repertorio y se parecerá, pero probablemente haya muchas cosas que no hubo el sábado”, añade la cantante.
Y todo ello regaló a las personas que completaron el aforo un espectáculo con una parte discursiva muy potente y que dejó a buena parte con un trabajo de reflexión interna sobre lo vivido. “Pues guay, porque la música es nuestra herramienta para contar eso, que era lo realmente importante para mí. Hacer música es lo que más me mola en este mundo y es la manera en la que me expreso mejor, con más nivel de detalle, emociones, intensidad; de hecho estoy más tensa por cómo yo me pueda explicar en palabra hablada que cantando”.

También jugaron con el factor sorpresa, porque no había mucha información sobre lo que se iba a ver y descolocó bastante al personal la petición de ir vestidos con ropa de trabajo y cacharros para hacer ruido. “Era un poco estrategia… yo cuando hay algo que realmente me importa me embarga la emoción, y no me mola que me pase, no me mola llorar en el escenario, y siempre está el humor para rescatarlo todo. Yo tiro de ahí siempre. Y me prestó por la vida que la gente participara de ello. Había gente con ropa de los güelos y los padres. Eso me emociona mucho, que no es un antroxu. No va del traje, sino de la persona, de lo que hizo, de toda esa cultura”. De reivindicar una memoria, de recuperarla.
Una crisis de identidad
“Parece que ser de clase trabajadora es de perdedor. ¿En qué momento se nos olvidó que tenemos la sartén por el mango? En el momento que apareció el móvil, que empezamos a mirar cada uno para sí y se nos olvidó la fuerza que tiene la clase trabajadora”. Una forma de poner sobre la mesa la cuestión de qué es la clase trabajadora hoy en día, apunta Rubén. “Aparte de la crisis de identidad que podamos tener, hay también mucha gente repartiendo carnés de trabajadores”.
Y habla de su propio trauma al no seguir los pasos familiares de trabajar en El Musel y dedicarse a la música: “Entonces ¿soy o no soy? Me llevó muchos años reconciliarme con esa idea, tener esa convicción de que llevo toda la vida trabajando mucho, tanto o más que toda la gente que tuve detrás, simplemente de una forma distinta”.
Se trata de reivindicar que los hijos de los que trabajaban en Ensidesa y ahora trabajan en una oficina también son clase trabajadora, “no eres el dueño de los medios de producción. Ni siquiera siendo autónomo dejas de ser clase trabajadora. No son Amancio Ortega. Yo soy un puto pringao que tengo que trabajar 12 horas al día con el crío persiguiéndome por favor llévame al parque, papa. Esta es la chaqueta de mi güelo de la garita de la Endasa de cuando ya no podía estar en la planta, y esta una chaqueta de mecánico”.
En esta crisis de identidad algo tiene que ver que esta generación de la que forman parte entró en la Universidad, hasta entonces reservado para las familias bien. Y “de repente los fíos de los probes vamos a la universidad, cuidado. Es una crisis de identidad también para nosotros. Mi padre no se planteó que entrara en la mina ni cuando las mozas de nuestra edad entraron, porque esas eran las fías de los muertos.
En casa siempre fue vosotras a estudiar: no querían que reprodujéramos las penurias que pasaron, pero lo tenemos tan incrustado… que me parece guay que aun no metiéndonos en el pozo poder identificar que somos de clase trabajadora, peones de la corchea que dice nuestro compañero Tino, y recuperar también el puxu que tenían. Yo lo que tengo heredado es no dejarme avasallar. Mi padre no anduvo con metralla en el bolso de la chaqueta y lo pilló la guardia civil para que yo ahora diga que sí a todo. Lo tengo muy interiorizado“.
Recuerdan la época de las huelguísimas, del cierre de pozos, de las barricadas, de la Naval… “No hay conciencia de clase de que perteneces a este mundo. Tiene más conciencia de clase el otro lado. Parece que si tienes dinero en el banco ya no eres de izquierdas, o ya no eres clase trabajadora. Si lo tengo es porque trabajé como un castrón y no lo fundí en vino. Muchas veces yo no bajo el precio de lo que hago no porque piense que soy una estrellita, sino por no bajarlo para todos, por mantener un estándar, un convenio que no tenemos. Estamos trabajando en un sector extremadamente precario”, señala Rubén Bada.

Le resquema ver a la gente “muy perdida porque tampoco se profundiza, se quedan en el discurso fácil y no van más allá. Si para salvarnos tenemos que ir a fabricar metralla para matar palestinos, que todo lo malo sea eso porque vamos a salvar todo el valle del Trubia. Por un lado, muy bien porque nosotros tenemos futuro pero a costa de quién, de qué. Esto es una cuestión muy asturiana: nos pusieron en una situación de tal desesperación que ya tenemos que agarrarnos a lo que nos den”. Es la herencia del “marchar de aquí, aquí no hay nada, esto está muerto… El miedo a la inanición y entonces agarrar cualquier cosa porque si no mueres. A costa de cualquier cosa. Lo veíamos como algo normal. Y marchas. Y luego es que hay que volver”, añade Mapi Quintana.
Pero por qué volver. La lenense lo tiene muy claro: “Porque no quiero darles la razón de que este sitio es la muerte, porque este sitio es mi casa, y mi casa no es la muerte”. Regresó de Ámsterdam en plena crisis de 2009, un momento complicado, pero se dio cuenta de que siempre se buscó la vida, y así seguiría. “Las cosas necesitan tiempo. El cortoplacismo es la muerte. Si superas ese momento de tensión, entiendes que tienes que estar aquí. Si todos los que saben hacer algo bien marcha de aquí, entonces Asturies ya morrió”. De ahí la reivindicación de devolver lo recibido para estar donde estamos. En su caso afirma que estudió con una beca que se llamaba Becas y Ayudas para el Desarrollo de las Zonas Mineras del Carbón. “Pues hala, ven y desarrolla la zona minera del carbón de turno.
Llega un momento que dices no pinto nada en Holanda, no soy de Holanda, soy de Pola Lena. Alguien tiene que ser el primero y dar caché a Asturies, que hay un talento brutal“. Como el señor que hace pasteles en Busto, la señora de las estrellas en Allande, el señor con bigote que canta en asturiano, o los que venden camisetas con lemas en asturiano: lo petan. ”No somos conscientes de que lo que te hace único es lo que te hace interesante“.
Una generación que vuelve y cambia el discurso
“Hay cosas que se están haciendo que tienen tanto valor: nuestro concierto, La Benéfica, toda la gente que está viniendo a vivir a esa zona… Lo disfrutamos porque nos hace sentir bien, más allá de que tengamos la conciencia de que nos mandaron marchar. Si ese talento brutal lo mandas a casa dios a estudiar, vivir o a ver cómo se hacen las cosas por ahí, y vuelve con esa experiencia, es una bomba. Tenemos un montón de gente que hizo ese periplo, que están creando cosas aquí y hay que estar muy ciego para no ver el valor que tiene esto. Y la alegría: no tengo que ir a Madrid para tener una experiencia intelectual cultural del copón. Que no, señora, que eso se hace aquí también, o mejor”, reivindica Quintana.
Y con todos estos talentos se va tejiendo una suerte de red que muestra las diferentes sinapsis de estas neuronas, que no islas, que hacen que “solo necesitas mover esta pieza de dominó para que se coloquen todas las demás. En el momento que una se mueve, de repente pasan cosas”, resume Bada que apuesta por el comercio local, por lo cercano, para poder tomarse unas cañas en compañía del tipo que le vende las cuerdas de la guitarra, que las paga con el dinero que le cobró.
Queda la extrañeza de que hoy en día hay quien tiene trabajo y es pobre, “pero pobre de necesidad. Eso es la alarma definitiva. ¿Y dónde están los demás para protegerte? No están, porque están a proteger su montonera de cuchu”, refiere Mapi Quintana en esa apuesta también por el comercio local, por colaborar con quienes tenemos más cerca, como en el caso del precioso traje que vestía en el concierto inspirado en las batas del Economato diseñado por Isabel Hargüés, “una moza que tiene un taller en su casa en Xixón, que hace trajes de novia, el vestuario para un concierto del director de la OSPA… va de uno en uno, con mucho cuidado, una artesanía brutal”.

Es el concepto japonés del wabi-sabi, de encontrar la belleza en la verdad de las cosas, en el sentir. Algo que no da el mundo de lo industrial, sino los productores locales “de algo que es realmente sostenible y auténtico. Y lo mismo con la gente”, añade el compañero, que se refiere también a esos no lugares, que pueden ser cualquier lugar, que despersonalizan, que convierten en blanco fácil, “en carne para la picadora”.
Por eso agradecen enormemente el apoyo recibido al vender las entradas en cuatro minutos. “Para meter una buena hinchada al ego, pues guay”, sonríe Mapi, y es que “lo que estamos creando genera interés, y me parece importante lo que venimos a contar. Y que la gente tenga ganas de ir a todo y que confíen que lo que estamos haciendo”. Y que después cada uno se vaya a su casa con rucadera en lo que distingue Quintana entre cultura y entretenimiento, donde el segundo “te congela la cabeza hora y media. Yo no quiero hacer eso, lo que quiero es que reenganches con tu vida. Lo que busco cuando hago música es contar algo que te pueda remover, no una risa superficial”.
De momento no saben qué pasará después de este sábado, están acabantes de parir y muchas cosas sin hablar, pero sí confían en llevarlo a diferentes espacios, como programaciones de teatro o espacios singulares, y poder grabarlo.
La cultura como identidad y comunidad
Reivindican también la industria de la cultura, su peso en el PIB nacional, la importancia para la sociedad. Una industria no mucho más subvencionada que otras, afirman. Y lamentan ese discurso enfrentando a todo lo que suena a cultura por un sector de la sociedad. Como ejemplo ponen el trabajo que realizan con Rodrigo Cuevas, con lo que se vive en cada uno de sus conciertos, en las caras de esas 4.000 personas que pagaron sus entradas y ríen y lloran, y salen trasvolados con los comentarios del señor con bigote que canta en asturiano. “¿Y me dices que no es útil lo que yo hago para la sociedad? Nunca me pidieron que tocara tanto como en la pandemia”, recuerda Rubén Bada.
Decía Rocío Antela, concejala de Cultura del Ayuntamiento de Mieres, en la presentación que “no se cuestiona el caché de los artistas”. Y añaden que eso mismo piensan de los políticos, porque si no, “¿quién se va a dedicar a ella, los señoritos, volvemos al feudalismo? ¡Quizás en un par de siglos nos quede aquí una Edad Media guapísima! Y esto de la cultura tiene que ser gratis, sí, pero los que la generan tienen derecho a cobrar por ello, a vivir de ese trabajo o ¿a quién queremos que esté detrás de quien genera arte, el señorito de turno?”, hace hincapié el guitarrista. Porque no es lo mismo que sea asequible a que sea gratis.
Y todo este movimiento que se está desarrollando, que hace que la gente se mueva de unos lugares a otros (más bien de los urbanos a los rurales), está haciendo que el discurso cambie. Ponen como ejemplo lo que está ocurriendo con La Benéfica, un proyecto detrás del que hay mucho trabajo, “en ningún momento se vendió humo”, con un grupo de personas muy implicadas, identificadas con una persona-motor. “Yo creo que es un ejemplo y en muchos concejos de Asturies tienen el ojo puesto ahí, que no deja de ser una iniciativa privada”, asevera Bada y a lo que añade Quintana la gran importancia del asociacionismo en Piloña.
Falta que nos escuchen, somos muchos con voz, como ciudadanos que somos parte de un tejido. Igual somos el cuadro que adorna, lo último que pones, pero es lo que hace que esta casa sea casa, y no cuatro paredes
Ambos coinciden que se está creando riqueza a partir de la cultura, de la comunidad. “Falta que nos escuchen, somos muchos con voz, como ciudadanos que somos parte de un tejido. Igual somos el cuadro que adorna, lo último que pones, pero es lo que hace que esta casa sea casa, y no cuatro paredes”. “Cada uno apurre lo suyo y sin eso la movida está coja”, concluye Quintana, “la cultura es lo que te hace amueblar la cabeza para que a largo plazo puedas tomar las decisiones para ti y los demás, y que no sea a costa de los demás”.
Algo que ya decía muy bien Serrat, recuerda Rubén Bada, cuando cantaba en castellano y le preguntaban de parte de quién estaba en época del franquismo: “yo, con los de abajo”.
Mientras Mapi Quintana sigue dando vueltas a una de las preguntas planteadas en esta entrevista: “Que qué me parecía que un espacio como una mina fuera ahora espacio cultural. A mí me parece que desde que cerraron las minas somos los mismos usando los mismos espacios para hacer lo que hacemos ahora. Las cuencas no van a morirse.
Yo veo que las cuencas van p'alante a pesar de que no se saque carbón porque fuimos capaces de seguir creando cosas. Y en un espacio como el Pozu Santa Bárbara ahora no se saca de ahí nada material, pero se usa para seguir apurriendo cosas al pueblo. Y eso es como dar en el focicu a los de tenéis marchar de aquí, que bueno, son los nuestros padres, cagonlamar, es un poco triste, pero también lo hicieron desde esa cosa de no quiero que tengas la vida que tuve yo.
Y no tuvieron los recursos para poder visualizar que fuéramos capaces de hacer lo que estamos haciendo ahora. Pero sí tuvieron claro que todo pasaba por formarse. Clarísimo. Y para mí es una alegría que un sitio como el pozo siga funcionando sacando material que da de comer a gente, física y mentalmente“. Nada más que añadir, un cierre redondo, señora bien.
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