
Marine Le Pen. Reuters
La condena de Marine Le Pen podría provocar un terremoto político en la UE
Macron deberá maniobrar con habilidad si quiere evitar que la condena de Le Pen se convierta en el catalizador de un cambio político que podría alterar el equilibrio de poder en Francia… y en Europa.
Hace casi un año, en una entrevista en vísperas de las elecciones europeas, me preguntaron si tras la integración de Giorgia Meloni en el tablero político, la siguiente sería Marine Le Pen.
Mi opinión era (y es) que se trata de dos figuras muy distintas.
Meloni se había ganado la consideración de sus pares a partir de un inteligente ejercicio del poder ejecutivo, acomodando buena parte de sus planteamientos originales a las prioridades europeas.

Marine Le Pen y el presidente de Agrupación Nacional, Jordan Bardella. Reuters
Marine Le Pen ya había perdido por tres veces las presidenciales francesas, de modo que estaba jugando estratégicamente la baza de reformular o blanquear su imagen a través de su delfín Jordan Bardella. Un candidato preparado durante toda una legislatura previa en el Parlamento Europeo para ser la encarnación de una nueva ultraderecha: moderna, joven, simpática. Sin todo el lastre que lleva consigo Le Pen como familia, como apellido y como recorrido.
Mi pronóstico era un buen resultado en las europeas precisamente por eso.
Las presidenciales en Francia en 2027 ya serían otro cantar.
Así fue. Tras el trastazo europeo de los de Macron frente a los de Le Pen, tras un incomprensible adelanto de las legislativas que llevó al país al límite y a la formación de un inaudito Nuevo Frente Nacional frente a su Agrupación Nacional, en Francia la extrema derecha se ha hecho más fuerte, la inestabilidad es la norma y la criatura de reemplazo, el Terminator Bardella, se afila las uñas mientras ve pasar primeros ministros.
Y ahora, tras un proceso de casi una década a cuyos inicios asistí desde mi escaño en Bruselas, he de admitir que me congratula que fuera la denuncia por uso indebido de fondos públicos europeos del Parlamento Europeo, formulada en 2015 por el presidente Martin Schulz, la que posibilite que Marine Le Pen salga de la política.
Definitivamente y por malversación.
Es decir, por pura corrupción.
El Tribunal considera a Marine Le Pen y ocho eurodiputados de extrema derecha culpables de los delitos de abuso de confianza, ocultación y abuso de poder, utilización de documentos falsos, estafa cometida en banda organizada y malversación de fondos del Parlamento Europeo por un montante global de tres millones de euros.
El dinero fue destinado a contratar supuestos asistentes parlamentarios que, en vez de desempeñar funciones legislativas en Bruselas y Estrasburgo, trabajaban directamente para el partido en Francia. El guardaespaldas y la secretaria personal y excuñada de Le Pen, por ejemplo.
La condena para Le Pen es de cuatro años de prisión (dos de ellos en firme con brazalete electrónico) y cinco de inhabilitación para ser elegida como cargo público, con ejecución inmediata, más una multa de 100.000 euros por malversación.
La presidenta del Tribunal Correccional de París lo ha expresado de forma inequívoca: "Nadie está siendo juzgado por involucrarse en política. La pregunta era si los contratos se cumplieron o no".
El Tribunal ha señalado categóricamente en su sentencia la existencia de un sistema organizado y ha remarcado que, aunque no haya habido un "enriquecimiento personal", el delito se produjo para beneficio del "confort de los dirigentes del partido".
En consecuencia, "la inelegibilidad es necesaria".
Exactamente como en el caso de Carles Puigdemont y los líderes del (aquí amnistiado) proceso secesionista. Pero qué distinto.
El impacto político de esta decisión es profundo. Con Le Pen fuera del juego electoral, Jordan Bardella, su delfín político y actual presidente de AN, emerge como la figura clave para las próximas elecciones en 2027. Su liderazgo ha sido fundamental para captar el voto joven y modernizar la imagen del partido.
Algunos analistas sugieren que, en caso de llegar a la presidencia, Bardella podría encontrar una forma de integrar a Le Pen en su gobierno, ya que la inhabilitación sólo le impide ocupar cargos electos, pero no ser nombrada ministra u ocupar puestos en la Administración.
A nivel internacional, la condena de Le Pen ha generado reacciones dispares.
Mientras que en Europa occidental la decisión judicial ha sido vista como un golpe contra la corrupción política, en sectores de la derecha radical ha sido interpretada como una persecución política.
Vladímir Putin, Viktor Orbán y Matteo Salvini han manifestado su respaldo a Le Pen, denunciando lo que consideran una manipulación del sistema judicial para eliminar a una opositora incómoda.

Marine Le Pen durante un acto electoral.
La narrativa de la "justicia politizada" podría convertirse en un arma de movilización para AN en los próximos años.
Mientras la batalla legal continúa con la presentación de un recurso contra la sentencia, el partido aprovechará la situación para reforzar su discurso populista y antiestablishment. En un contexto de crisis política y económica en Francia, la percepción de Le Pen como una víctima del sistema podría fortalecer a AN en el corto plazo.
Sin embargo, la incertidumbre sobre su futuro y el de su partido abre una nueva etapa en la política francesa, con implicaciones que podrían redefinir el equilibrio de fuerzas en las próximas elecciones.
Por otro lado, la crisis generada por la condena de Le Pen coincide con un momento particularmente delicado para Emmanuel Macron. Su gobierno enfrenta una situación de crisis en materia de defensa, con crecientes tensiones en el seno de la Unión Europea y una presión cada vez mayor sobre Francia para aumentar su compromiso militar.
La guerra en Ucrania, la amenaza latente en el Sahel y la necesidad de modernizar su capacidad de disuasión nuclear han colocado a Macron en una posición complicada, en la que debe equilibrar el liderazgo internacional con una crisis política interna que debilita su margen de maniobra.
El futuro de la política francesa, por tanto, está en juego en los próximos meses, con una extrema derecha en ascenso, un gobierno debilitado y una crisis de seguridad que exige respuestas urgentes.
Macron deberá maniobrar con gran habilidad si quiere evitar que la condena de Le Pen se convierta en el catalizador de un cambio político que podría alterar el equilibrio de poder en Francia… y en Europa.