El síndrome del impostor puede afectar a cualquiera de nosotros. No importa la edad, el género ni a qué nos dediquemos; esa sensación de estarlo haciendo todo mal aunque las cosas vayan de lo más normal —o incluso bien— a nuestro alrededor, así como de no merecer ningún crédito por o que somos capaces de hacer, es más común de lo crees. Por supuesto, es algo que debes tratar con un profesional de la psicología, pero desde nuestra trinchera también queremos compartirte que es algo que puedes ir dejando de lado con ayuda de tu clóset. Y no, no nos referimos a que debas meterte ahí para no volver a salir, sino a que tu look es una gran herramienta para sobreponerte de tan terribles sentimientos. Pero vamos por partes. Primero…
Qué es el síndrome del impostor
Un conjunto de comportamientos que fue delimitado en un solo concepto por las psicólogas clínicas Pauline Clance y Suzanne Imes allá por 1978, tras haber encontrado a personas que, aún siendo muy exitosas y demostrando constantemente sus aptitudes, afirmaban no merecer su éxito. Atribuyendo, entonces, sus logros y procesos en buen puerto a factores como la suerte, la mediocridad o a expectativas comunes. Lo cual es bastante peligroso, porque muchos podríamos decir «¡Oye, es que sólo estamos siendo exigentes y conscientes de que somos capaces para más!». Pero no. Si esto es llevado al extremo, podríamos estar hablando de cuadros de ansiedad y depresión bastante nocivos.
Las personas que constantemente están experimentando –y padeciendo, claro— el síndrome del impostor buscan impacientemente ser las más expertas en ciertos temas o desempeños, temen verse como "los equivocados" del lugar, se obsesionan con cumplir —o incluso sobrepasar— expectativas que ni siquiera son suyas, no saben o no les gusta trabajar en equipo, y ven el esfuerzo como una señal de debilidad. La cual, por cierto, se maximiza a niveles devastadores.
Cabe señalar también que el síndrome del impostor no tiene un motivo en específico. Éste se puede considerar como una característica de personalidad en diferentes seres humanos, con motores muy diversos. La terapia es siempre lo más recomendable.
En el trabajo y lo que vestimos
Ahora, este síndrome del impostor es muy frecuente en los espacios profesionales, donde la competencia entre pares y la supervisión de otros mandos —a veces terriblemente mal ejecutada— pueden orillar a los malestares y pensamientos catastróficos que ya mencionamos. Por supuesto, aquí hay una situación gerencial que tal vez debas tratar con tu equipo de recursos humanos y varias charlas con tu terapeuta; sin embargo, con base en nuestra experiencia, desde GQ podemos decirte que en medio de todo este proceso para dejar de ser tan exigentes con nosotros mismos —y quitarnos de una buena vez el mote de “impostor” o “farsante”— la ropa y el diseño son excelentes herramientas cuando se trata de comenzar a valorarnos.
Para empezar, porque el profesionalismo va de la mano con las apariencias. No estamos diciendo, claro, que las personas exitosas se vistan de tal o cual manera, o que al tener ciertos puestos estés obligado a vestir con determinadas prendas. Jamás. Y menos en la época que hoy vivimos. Nos referimos a que con toda evolución profesional —sea cual sea tu objetivo— siempre debes proyectar seguridad y comodidad en todo lo que hagas, al mismo tiempo que contagies estos estados a los que te rodean. Así sean compañeros o personas a tu cargo. Especialmente, si son estas últimas.
Y la ropa es un vehículo clave para demostrar esto no sólo a los demás, sino a ti mismo. Necesitas de todos los recursos posibles para comenzar a sentirte tranquilo y recobrar la confianza en cada paso que des.
Aquí, nuestros cinco hábitos recomendados para superar el síndrome del impostor.
Usa diseños clásicos y atemporales
Escapa un poco de las tendencias y la ansiedad que pueda generarte dudar si es que las estás usando bien o si no estás faltando al dresscode de tu trabajo. Cuando de trate de looks profesionales, sobre todo ahora que te está costando trabajo interiorizar tus éxitos, opta por siluetas clásicas y atemporales que te ayuden a sentirte bien. Seguro. Deja fuera todo aquello que te pueda hacer sentir poco auténtico o ligeramente “fingido”.
Esto es más fácil si estás en home office. Al respecto, otro secreto: arréglate para trabajar y sólo quédate en pijama o calzoncillos —porque sabemos que lo haces— cuando sea en extremo necesario. Vestirte para trabajar, así sea en casa, impacta positivamente tu ánimo (y te hace ver bien en tus juntas por Zoom).
Apuesta por colores neutros
Un poco de show-off nunca está de más. No obstante, si los colores llamativos te hacen sentir incómodo y tal vez incrementan tu sensación de estar “en la mira” con cada uno de tus actos, inclínate por tonalidades neutras. Sólo no te cases con el color negro. Recuerda que para lograr looks profesionales puedes combinar estos tonos: blanco, gris, beige, café, tonos tierra, azul claro y rosa pálido. Además, estos te ayudarán a tener una imagen sobria y relajada en todo momento.
Refuerza tu espalda
Cada que sientas que te estás por derrumbar o empieces a notarte inseguro respira hondo, recuerda que tus pensamientos de “impostor” son justamente eso y no un hecho constatable, recuerda que tienes educación y experiencia en lo haces, ¡y yergue tu espalda! Para ayudarte a esto necesitas sacos, blazers, abrigos y chaquetas que tengan la línea de los hombros muy bien definida. Piensa que estas prendas deben hacerte sentir como un superhéroe cada que saques el pecho.
Telas cómodas, siempre
En vez de estar concentrado en tu lista de tareas pendientes, bandeja de entrada desbordada, errores y debilidades —que todos tenemos—, concéntrate en sus fortalezas y logros. Que vas paso a paso. Sabemos que esto no es fácil y que no ocurre de la noche a la mañana. Ya lo dijimos, se precisa también de apoyo profesional. Pero en el camino, no olvides que la sensación de la ropa es vital. Seguramente, cuando más mal te sientes comienzas a sentir picazón en el cuello, que las mangas te estorban, que el pantalón se te abulta contra la silla, que la camisa te aprieta y un largo etcétera… Entonces, elige en todo momento telas y materiales confortables, y dile adiós a todas las que puedan irritarte o hacer sudar por muy cool que se vean.
Plántate bien
Siguiendo con nuestro punto anterior, lo mismo sucede con tu calzado. Cuando sientas que empiezas a titubear o sentir que el piso se hace de chicle, recuerda que sabes de tu trabajo y de tu sector, que no estás ahí por error o casualidad, y ponte firme sobre el suelo. En especial si estás en una junta o hablando con tus pares. Para ello, necesitas de zapatos que te hagan sentir sólido, a la altura y en dominio de la situación. Revisa el dresscode de tu oficina y encuentra los tuyos; ya sean botas, clásicos oxford, tenis, mocasines u otros modelos, requieres de esta seguridad en tus pies.