Los ‘jobubis’ se despiden del PNV

RELEVO EN EL PARTIDO

Con la salida de Ortuzar y otros destacados dirigentes, Aitor Esteban queda como único representante de una generación clave

SUKARRIETA (BIZKAIA), 24/11/2024.- El presidente del PNV, Andoni Ortuzar (i), conversa con el portavoz del partido en el Congreso de los Diputados, Aitor Esteban (c), y con el lehendakari, Imaol Pradales, conversan mientras asisten al acto político del PNV en homenaje a su fundador, Sabino Arana, este domingo en Sukarrieta (Bizkaia). EFE/ Luis Tejido

Ortuzar, Esteban, que tomará el testigo al frente del PNV, y el lehendakari Pradales

LUIS TEJIDO / EFE

El relevo al frente del PNV no solo implica el final de la era Ortuzar , sino también el adiós de la generación que ha marcado la historia reciente del PNV, la generación de los jobubis . El acrónimo se acuñó para referirse al grupo de jóvenes dirigentes – burukides – vizcaínos que comenzó su militancia a finales de los setenta, resistió la tentación de la escisión de Eusko Alkartasuna y, en las dos últimas décadas, modernizó y fortaleció el partido, llevándolo a sus máximas cotas de apoyo electoral y poder institucional, de la mano de la terna conformada por Andoni Ortuzar, Aitor Esteban e Iñigo Urkullu.

Más allá del final abrupto que vienen protagonizando en los últimos meses, primero con la áspera salida de Urkullu y ahora con la pugna mitigada entre Ortuzar y Esteban, la historia de los jobubis ofrece claves sin las que no se entendería la política vasca en las dos últimas décadas. Un tiempo marcado por las coordenadas políticas en las que se socializaron: un nacionalismo vasco pragmático, pero soberanista en sus objetivos finales, y una reseñable sensibilidad social.

“Crecieron bajo la consigna de Jesús Insausti, Uzturre , de que no hay construcción nacional sin construcción social. Es una cuestión importante para ellos, y si les preguntas, ninguno se considera de derechas”, señala un buen conocedor de la génesis y la evolución de este grupo.

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El portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, a su llegada  a un pleno en el Congreso de los Diputados, a 19 de diciembre de 2024, en Madrid (España). El Pleno del Congreso da 'luz verde' definitiva al proyecto de ley por el que se crea un nuevo impuesto mínimo para las empresas multinacionales, una norma que incluye parte de la reforma fiscal que quería el Gobierno. La duda es si se incluirán las enmiendas de PP y Junts que se han introducido en el Senado y que pueden llegar al Boletín Oficial del Estado (BOE) en contra del criterio del Gobierno. Por otro lado, durante la sesión plenaria, también se vota el proyecto de ley orgánica de prevención de las pérdidas y el desperdicio alimentario.

Los jobubis , no en vano, eran un grupo de chicos de familias trabajadoras que, en la agitada Euskadi del posfranquismo, en el entorno metropolitano de Bilbao, apostaron por acercarse al viejo PNV, retornado del exilio, frente al brío de otras siglas emergentes y la atracción que la izquierda abertzale ejercía en parte de la juventud.

Lo hicieron de manera excepcionalmente temprana, con 14 y 15 años. Ni siquiera tenían los 16 años que exigían para afiliarse, de manera que la mayoría tienen carnet desde 1977 (caso de Urkullu, que es de 1961) o desde 1978 (caso de Ortuzar y Esteban, de 1962).

Entre los jobubis más destacados están también Joseba Aurre­koetxea y Koldo Mediavilla, dirigentes clave del PNV en los últimos años, miembros de su ejecutiva y estrechos colaboradores de Ortuzar. El hermano mayor de todos ellos era José Luis Bilbao, que fue diputado general de Bizkaia, y el padre político fue el propio Uzturre, histórico dirigente jeltzale. En aquellos inicios, además, conocieron a un joven guipuzcoano al que apodaron chicolisto , Josu Jon Imaz, futuro presidente del partido y hoy consejero delegado de Repsol.

El portavoz en Madrid toma el mando de un partido renovado, con el lehendakari Pradales compartiendo bicefalia

El ascenso de los jobubis a la sala de mandos del PNV no fue ni mucho menos meteórico. Se forjaron en la militancia de base en los años de plomo. “En algunos entornos, no era fácil ser del PNV. En la facultad de Periodismo, donde estudiaron Ortuzar y Mediavilla, era lo raro. El tema del rechazo a la violencia lo tuvieron siempre muy claro. Siendo muy jóvenes, estuvieron en la primera manifestación multitudinaria contra ETA, que convocó el PNV en 1978, o en la que se convocó por José María Ryan. Pero también en la manifestación por la muerte de Joseba Arregi tras ser torturado en Madrid”, explica un militante que les conoce desde sus inicios.

Durante los años de la escisión de Eusko Alkartasuna, a mediados de los ochenta, se mantuvieron fieles a las siglas y, desde finales de la década, comenzaron a ­acceder a cargos de responsabilidad. Pero el momento de los jobubis no llegó hasta la primera década del presente siglo. En el 2008, tras dos mandatos al frente del partido en Bizkaia, Urkullu emergió como la solución para recomponer el partido tras la división generada por el pulso entre Joseba Egibar y Josu Jon Imaz. Para el 2012, los jobubis ya habían tomado el timón de la formación, con Urkullu como lehendakari, Esteban como portavoz en Madrid y Ortuzar al frente del partido.

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“Son personalidades muy diferentes, pero funcionaron siempre de manera leal”, explica este veterano militante. “A Urkullu se le veía desde joven madera de líder. Era serio, buen orador y tenía auto­ri­tas sobre el resto. Ortuzar, como ahora, era muy abierto, muy de tender puentes. Y Aitor Esteban tenía una relación muy buena con los dos. Desde joven estaba con sus temas de indios (es experto en tribus indígenas de América del Norte), con el rugby y con su interés por las cuestiones de memoria histórica”, añade.

La irrupción de EH Bildu en el 2011 y la crisis de representación que prácticamente todos los partidos padecieron en torno al 2015 pusieron a prueba la capacidad de los jobubis . Superaron ese envite con solvencia, aunque desde dentro se les ha achacado una visión demasiado vizcaína del País Vasco y, desde fuera, un excesivo amiguismo y clientelismo. En el 2019, la terna formada por Urkullu, Esteban y Ortuzar llevó a la formación a su techo histórico. Fue entonces cuando cometieron el error habitual en política de no saber planear su retirada.

Desde el Euskadi Buru Batzar (EBB), con Ortuzar y otros jobubis al frente, pensaron que ante el ascenso de EH Bildu tocaba mover ficha con Iñigo Urkullu, apostando por Imanol Pradales como candidato. Apreciaban un desgaste por la gestión, pero lo justificaron como un relevo generacional. Fallaron las formas y la comunicación. Algo se rompió en el partido.

Ortuzar insistió en una idea de relevo que se llevó por delante a otros cargos importantes, entre ellas Itxaso Atutxa, señalada durante años como relevo probable para dirigir el partido y esposa de Esteban. Pero cuando le tocaba ceder el testigo, animado por su entorno, Ortuzar planteó una opción intermedia que se ha visto fallida: una renovación que le mantendría en el cargo, a fin de tutelar los cambios. Es lo que hizo Juan de Ajuriaguerra a finales de los sesenta, cuando sustituyó a los dirigentes que habían vivido la guerra por cargos más jóvenes, pero se quedó al frente. El líder del EBB, sin embargo, era preso del relato de renovación que había construido. Parte de las bases no entendió sus razones. Y Esteban, compañero de militancia desde la adolescencia, emergió como alternativa.

Cuando Urkullu, Ortuzar y Esteban se acercaron al partido ni siquiera tenían los 16 años para afiliarse

La asamblea general de marzo despedirá a esta generación. Solo quedará Esteban, en un PNV profundamente renovado y una bicefalia que compartirá con Imanol Pradales. En Madrid, Idoia Sagastizabal es el probable relevo.

El influjo de los jobubis ha sido tal que no cabe esperar grandes virajes de la mano de la siguiente generación, aupada por quienes dejan sus despachos en Sabin Etxea. Las dos almas de los jeltzales, sin embargo, cohabitan en cada militante y emergen según las condiciones y el contexto político, de manera que la historia del nuevo PNV está por escribir.

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